miércoles, 17 de marzo de 2010

LA CARTA


En cierto viaje por Costa Rica, me alojé en un hotel del alto paraíso que allí se encuentra. Un hotel a orillas de aquellas aguas transparentes. Una verdadera delicia para el alma.
Ya instalada en la habitación, fui abriendo mi equipaje y a ubicando las prendas delicadas en el placard. Al finalizar tomé una gaseosa del refrigerador y me fui directo al balcón a descansar y a contemplar el bello paisaje.
Alguien llamó a mi puerta, era el conserje trayéndome un bolso extraviado en el despacho de equipaje del aeropuerto y en el cual había empacado todo lo referente a cosmética y ropa interior. Rogué a Dios que no hubiesen abierto y sustraído nada de allí porque lo había pagado bastante caro. Una nunca sabe como va a utilizar esas cosas si se le presentara la oportunidad!
Dejando de lado este último comentario, prosiguiendo con el relato de lo que sucedió después, me dirigí hacia una cómoda hecha con cañas de bambú con unas amplias cajoneras y me disponía a guardar mis cosas personales allí cuando de pronto noté que no se podía abrir muy bien el cajón. Traté de destrabarlo con el abrecartas... y..... unos centímetros cedió para poder meter una mano dentro pero mis dedos se toparon con un pedazo de papel doblado y bastante ancho. Al mover la cajonera para un lado y para el otro el sobre pudo zafarse y salió a la superficie.
Unas hermosas letras por fuera de ese sobre gigante decían : "Para Vos" y unas líneas más abajo pronunciaron mi asombro : "Martina Niké". Martina Niké es mi nombre era algo dirigido para mí pero por el color del sobre hacía mucho tiempo que había permanecido estancado en el oscuro bloque de cañavera .....

sábado, 6 de marzo de 2010

Trilogia de Mar - La Justicia.


La isla de San Lucas nos transporta hacia un tiempo en que la ola primitiva no huía de la isla. Los habitantes originarios eran verdaderos dueños de la tierra y del mar existente en derredor.
La tribu era una sola pero estaba dividida en diferentes castas. La organización política y comercial era organizada y gentil pero también había leyes que respetar para el bien común de todos.
Uriem era una muchacha amable, trabajadora, inteligente, y, para males de muchas otras mujeres envidiosas, celosas y traicioneras, era la más bella de toda la tribu y pertenecía a una casta superior.
Uriem y Levit estaban enamorados desde niños. Juraron ser esposos apenas Levit sea consagrado Mayor. Para eso los maestros lo llevarían al corazón de la isla y le harían afrontar ciertas pruebas. Después Levit podría casarse con quién quisiera porque esa misma noche después de la prueba debería elegir esposa delante de todo los miembros de la tribu. Era una tradición arrastrada por años. Levit era el primogénito del hijo del Gran Anciano Astón, sabio de la tribu.
Uriem y las demás jóvenes que estuvieran interesadas en Levit deberían ofrendar algo para el joven la noche de su consagración.
Mornak y Miskat eran dos muchachas celosas y envidiosas de Uriem. Pensaron en sacar del medio a Uriem, quien todo el pueblo ya sospechaba que sería la gran elegida para la boda de Levit.
Las dos desquiciadas urdieron un plan y fueron a la tienda del brujo de la tribu para solicitar un hechizo para separar a los dos enamorados.
Sin alegar para quien era el hechizo hicieron confeccionar dos figuras simbolizando una pareja hecha con paja a la cual le adicionaron una cinta rosa y otra celeste para diferenciar los sexos, la pincharon con clavos y la llevaron hasta la tienda de Uriem y la escondieron entre sus ropas mientras todo el pueblo, entre cantos y guirnaldas y bailes, estaba esperando la llegada del privilegiado de ese día, Levit.
De repente, el humo de las antorchas se divisaba hacia lo lejos. Eran los hombres que traían a Levit ya consagrado. Las dos malvadas se sentaron a esperar lo que pasaría cuando el hechizo hiciera efecto.
Uriem llevaba en sus manos la ofrenda que tendría que darle a Levit confeccionada por ella. Levit fue llevado hasta el centro de la rueda de jóvenes sentadas y comenzó a mirar en derredor porque quería mirar a los ojos a Uriem, sólo para hacerle saber con la mirada lo mucho que estaba enamorado de ella.
Uriem también buscó su mirada, pero el muchacho comenzó a mirar a todas de una vez, como si no la pudiera encontrar. Cómo si le indicasen al oído que a esa no la podía mirar. Uriem agachó la vista pero sintió que de su rostro caía sangre porque se manchó las manos y no podía creer lo que le estaba pasando justo en ese momento en que el Amor de los dos iba a ser posible.
Las dos malvadas se reían a sus espaldas. Y luego una multitud comenzó a reir entera. Mientras que otras muchachas se levantaban y se iban del lado de Uriem asombradas por lo que estaba pasando.
Levit quedó muy impresionado y corrió dentro de la jungla. Caminó toda la noche y todo el día siguiente hasta que quedó exhausto muy cerca del mar.
Las dos malvadas, Mornak y Miskat, salieron trás de él, pero recién al amanecer del segundo día lo encontraron, le dieron de beber agua que transportaban desde el bosque en hojas y cuando él estuvo lúcido le hablaron mal de Uriem y le dijeron que eso le pasaba a ella porque seguramente era indigna de ser su esposa.
El médico brujo del pueblo se dio cuenta lo que estas dos malvadas habían hecho, así que decidió devolverles el mal que ellas habían provocado. La ley del pueblo era justa, y si se había producido una injusticia había que pagarlo.
Cuando un joven era consagrado debía elegir esposa rápido para que lo sagrado de él persista en su esposa. Aunque Levit era cinco años mayor que Uriem, él la amaba desde pequeño aunque ya había tenido experiencias con otras muchachas.
Uriem era una joven muy espiritual y eso salvó en gran parte su estigma. El brujo pudo calmar parte de su tormento pero debía encontrar el hechizo que había hecho para las dos harpias para poder fabricar el contrahechizo.
Al ir hacia la choza de Uriem el brujo escuchó voces provenientes de la selva isleña. Eran los tres, Mornak, Miskat y el muchacho, Levit. Miskat se fue con Levit para acompañarlo y Mornak se separó para ir a buscar el hechizo para hacer cosas aún peores con él. Pero ella no sabía que dentro de la tienda estaba el Brujo. El brujo sopló unos polvos a los ojos de
Mornak y ella no pudo ver por un largo rato y le impuso que le dijera donde había escondido el hechizo. El brujo se fue, arrastrando a Mornak a la fuerza. La ató a un árbol y la dejó allí para ir en busca de su cómplice, la imbécil de Miskat, que lo único que quería era separar a los enamorados y ella hacer lo que quisiese con él, para que fuera como un títere a su antojo. Mistkat llevaba en su poder un conjuro para que Levit la obedezca en todo y se casase con ella.
El brujo envió a su águila para que viese desde el cielo dónde estaba la perversa y cuando la halló el águila se avalanzó sobre ella y la atacó picoteándola, perdiendo el conjuro y no concretando así su intención. El brujo encontró al muchacho, lo llevó de un brazo hasta su choza y los curó a ambos y los casó. Su unión vivirá por siempre, su unión será definitiva porque volverán a encontrarse en cada reencarnación, en cada era por toda la Eternidad.
De Mornak y Miskat, nadie supo más de ellas. El brujo las confinó a la soledad y a una prematura vejez.

Estamos en la Era en la que todos debemos obrar el bien y hacer el bien. Estamos en la Era en que todo cambiará para bien y los MALOS deberán PAGAR. Nadie destruye lo que está destinado a SER. Y el que pretenda hacerlo sufrirá los castigos de DIOS. De Uriem se burlaron, Se mofaron de ella, porque eran las tres amigas, pero a la corta o a la larga, la maldad se paga, y se paga con CRECES. Hay un sólo Dios que pone justicia en esta vida. Y LO QUE DIOS DECIDA PASARA. PARA BIEN DE MUCHOS Y PARA MAL DE OTROS. FIN.

viernes, 5 de marzo de 2010

Eternidad de noviembre

Podrás cambiar de novias, tener "amigas", amantes o como tú la quieras llamar pero tienes que tener bien en cuenta que la PASIÓN, como la que tuvimos tú y yo NO CAMBIA.

Todos los noviembres de mi vida llevarán impreso en mi piel el calor de tu piel.
Te lo digo con música. www.youtube.com/watch?v-N4GD4_GvzMw

miércoles, 24 de febrero de 2010

Arenas Calientes en la noche fantasmal.

Irina estaba comiendo frutas silvestres en la noche, mirando en la oscuridad, como si quisiera encontrar una luz que ilumine su alma..... Su cuerpo y su corazón esperaban que ese hombre, el dueño de todo lo que su ser podía poseer, se acercara a estrecharla, desease ir a verla. Eran nada menos que quince años que embarcaban de vez en cuando en alguna barca y hacían el amor a escondidas detrás de los peñascos de la Isla Centroamericana, llamada Santa Isabel. Se conocieron cuando Irina trabajaba como mesera en el restaurant de su padrino, Don Ignacio. Cuando Don Ignacio falleció el restaurant pasó a manos de su acreedor, Don Dionisio Del Fuentes, el padre de Lucio, quien no estaba de acuerdo con que su hijo mayor estuviera de romance con una muchacha pobre como Irina.

Lucio la eligía porque estaba enloquecido con los exuberantes pechos de Irina, muchas de las muchachas del pueblo trataban de hacerle entender a ella que él no se casaría, pero Irina soñaba despierta. No hacía caso a nadie, sólo escuchaba sus percepciones y sólo lo que ella sentía.

Carlos Figueredo había sido su anterior novio. Apenas ella había cumplido sus quince años. Pero todo se esfumó cuando empezó a trabajar en lo de su tío y Lucio entró allí a tomar una cerveza con amigos.

Carlos quedó resentido en esa situación y prefirió alejarse. Viajó a Estados Unidos y se quedó allí. Irina vivía su amor de adolescente. Luego, más que eso, siempre recordó aquel día en que Lucio la invitó a pasear en su barca y le hizo el amor por primera vez.

Irina no dejaba que se le acercara ningún hombre.

Lucio se divertía en cambio con otras mujeres. Incluso presentó a su familia una tal María Esther Suarez. Rica heredera de la empresa transportadora de mercadería del sur de la isla. Bella, dueña de un glamour sin igual, buenos modales, un auto sport y un auto con chofer para satisfacer su ánimo de compras.

Irina estaba ya sentada al anochecer esperándolo a él pero él no apareció.... Irina se fue a dormir un cuarto de hora antes de la una de la mañana. Y esa noche se durmió enmascarada por el llanto, su maquillaje se corrió y manchó como una nube su almohada de seda..... Un sueño irrumpió en la madrugada. Su padre, que había ya fallecido estaba cuidándola a ella en la casa,. De repente, Lucio apareció y quería entrar a la casa para ver a Irina, pero el padre se lo impidió. Irina inmediatamente se despertó y comprendió que su padre la estaba protegiendo de una persona que no era merecedora de ella. Se vistió y fue al pueblo. Al entrar al restaurant que era de su tío vio a una congregación de gente en derredor de una mesa. Era Lucio anunciando su boda con María Esther vociferando en voz alta y mofándose de todas las demás muchachas de la ciudad que eran unas pobres prostitutas baratas.

Irina no pudo creer lo que estaba escuchando, se acercó hasta él y le dijo que le repitiera lo que estaba diciendo mirándola a los ojos. Él no pudo hacerlo, y se fue sin pronunciar ninguna palabra después que Irina lo abofeteó delante de todos.

Irina comprendió lo que su padre quiso manifestarle. Ella no tenía porque sufrir las afrentas de un inescrupuloso y bajo ser como Lucio. Ella estaba tranquila porque sabía amar. Él era un pobre diablo.

A la mañana siguiente, los diarios daban cuenta de un accidente contra un peñasco en una curva muy pronunciada. La curva de la playa Arenas Calientes. Una mujer, llamada María Esther ... fue encontrada muerta al producirse un accidente mientras iba conduciendo.

Lucio se casó años más tarde con una pobre muchacha que quedó embarazada de él. Su padre falleció, el restaurant cerró y él vive de la pesca.

Irina se fue de la isla, cursó Economía en la Universidad próxima en el continente y administra varias empresas productoras en la Isla. Se casó con un economista, profesor de ella, y tiene mellizos. Su vida ha dado un vuelco espectacular.

TODO EL MUNDO TIENE LO QUE SE MERECE.

http://www.youtube.com/watch?v=esZHa0BPANY

miércoles, 20 de enero de 2010

Caricias al anochecer


Estaba sentada mirando a través de la ventana con las piernas mirando hacia el sur. Ese sur que me provocaba una enorme emoción y me atraía y lo rechazaba. Juan se había ido por la mañana. Ninguna palabra brotó de sus labios. Las sábanas estaban impregnadas de su olor y aliento de la noche anterior. La casa de mar era mi refugio. Las noches desoladas eran mi perdición. Cada forastero había dormido en mi lecho. Cada lluvia había albergado el refugio de mi fuego interior. Nunca conocí a mi padre. Mi madre me había dicho que yo era una criatura nacida del mar. Ella me encontró una mañana en la orilla del mar en una cuna cuya madera tenía adosada caracolas marinas y unas algas celestes formaban mi abrigo. Por eso llevo el nombre de Marina.
Aunque mis oídos perciben todo los sonidos de la creación mis palabras no pueden fluir. Enmudecí ó nunca pude pronunciar las palabras que fuesen testigo de lo que siento. Mi madre solía correrme por toda la playa al anochecer. Mi ritual desde pequeña era desvestirme íntegra e internarme en el mar. Desnuda. Sin otras falsas pieles sobre mi cuerpo lleno de latidos.
Cuánto más baja temperatura fuese el agua del mar, más caliente se ponía mi cuerpo. La gente del pueblo decía que yo tenía una maldición que provenía directamente del hijo del mal. Mi cuerpo era una brasa ardiente cuando mi silueta salía de entre las olas. A medida que salía del mar mi cuerpo se entibiaba lentamente. Mucho más lento que las agujas de un reloj en dar un minuto. Podría durar toda una noche en entibiarme. Cuánto más intenso el frío, más intenso el calor.
Una noche divisé una silueta caminando por la orilla. Sus pasos eran cansados e iban tambaleándose de lado a lado. El viento de frente no lo dejaba ver. Y Juan esa noche se derrumbó en la espesa niebla de la espuma de mar. Se desmayó y corrí a ver quien era. Mis ropas volaron libremente al viento enfurecido y lo tapé con mi cuerpo que ya estaba ardiendo a medida que era salpicado por el agua de mar.
Cuando vi sus labios azulados lo besé apasionadamente. Al reaccionar, se apartó de mí. Yo me retiré y cómo una pequeña fiera asustada me replegué con mi cuerpo agazapado y pronto a la lucha si ese extraño fuere mi enemigo. Luego nos miramos en silencio por un largo rato y fue entendiendo que lo salvé de morir de frío y me tendió su mano sin poder entender por qué el estaba muriendo de frío y yo estaba desnuda, tan desnuda como mi alma primitiva.
Preparé unas mantas y las acerqué al fuego de la chimenea, lo tomé de la mano, lo recosté sobre mi cama y le fui sacando su ropa mojada. Primero lo fue haciendo él, después se dejó ayudar. Le acerqué pan, una taza de café y carne recién cocinada y aún humeante. Él iba diciendo gracias a todo lo que yo le prodigaba. Yo le miraba a los ojos y a su boca. Cada palabra pronunciada por él parecía una palabra nueva en este mundo. La vibración de su voz fue la vibración que retumbaba en todo mi cuerpo; me llenaba de placer oirlo. Yo quería hablar pero no podía y él percibió lo que me pasaba. Me acarició las mejillas y me llevó a su pecho. Nunca nadie lo había hecho. Nunca nadie me había tratado con cariño y respeto.
Mi madre solía volver borracha de trabajar. Justamente era mesera en una taberna del pueblo.
Mis compañeros de escuela solían arrojarme piedras cuando iba de regreso a mi casa para que me internara en el mar y saliera desnuda. Las mujeres de la ciudad solían señalarme como a una mujer sin pudor y como la hija del diablo. La tentación de los hombres y su locura. Como una sirena que atrapa hombres con sus cánticos. Los hombres, con sus bajos instintos, alojaban toda suerte de acechanzas y malas intenciones.
Una noche que salí a tomar aire fresco mientras mi madre dormía profundamente después de una de sus borracheras más prolongadas, oí pasos muy cercanos a la casa. Esto llamó mi atención pues no éramos visitadas por nadie. A los dos segundos fui raptada por cuatro pescadores y empezaron a abusar de mí. Me acostaron de espaldas sobre la arena fría en la inmensidad de una noche oscura y sin luna y me desnudaron por completo. No podía pronunciar ningún grito pero podía advertir que las olas eran cada vez más grandes y enfurecidas, rugiendo embravecidas. De repente las aguas llegaron hasta mí y me envolvieron. Me volví fuego para aquellos hombres, comencé a revolcarme y a producir una especie de remolino con las aguas tragando a aquellas cuatro almas. El mar me defendió como a una hija propia. Al día siguiente todo era comentario en aquella pequeña ciudad. La barca de los cuatro pescadores apareció destruída contra una roca. Aunque casi toda la gente creyó que una repentina tormenta los azotó, los pescadores jamás llegaron a decir la verdad que castigó a sus pobres vidas.
Juan estaba sentado sobre la cama con las piernas entrecruzadas y las mantas sobre sus espaldas. Comía apresurado del plato aunque no terminó la ración. La taza de café estaba a un costado, sobre una silla, pero ya no humeaba. Sólo me miró, apartó las mantas y comenzó a besarme. Después me apartó y se disculpó; tomé sus manos y las apoyé en mis senos y lo besé apasionadamente.
Nunca jamás podré describir todo todo lo que sentí en esa noche. Juan se quedó ese día, otro día, y otro día más y ... solíamos bañarnos desnudos todas las noches en el mar y yo ya no lo quemaba con mi piel febril.
Una mañana encontré algo en la playa. Era una caracola gigante y negra, negra azabache para ser más precisa y no podía salir de mi asombro y él también. En mi pueblo decimos que cuando una caracola aparece frente a la puerta de una casa es hora de partir. Juan no dio cabida a aquella leyenda. Esa noche nos amamos más que nunca. No dejamos ni un sólo minuto sin movimientos ondulatorios sobre las sábanas veraniegas. Cuando ya estábamos yaciendo abrazados busqué pronunciar su nombre :¡"Juan" ! lo dije bajito y sonó con tono suave y dulce. "Juan", "Juan", volví a pronunciar. Y Juan no despertó. Estaba tieso, frío, desnudo, corrí al mar y dejé que el agua me tocase para así darle mi calor. Cuando regresé Juan ya no estaba.
Se que albergo en mi útero el fruto de aquel Amor. Lo voy a llamar como él....